Ignacio de Loyola
Ignacio de Loyola nació el 24 de octubre de 1491 en el castillo de Loyola en Azpeitia, población de Guipúzcoa, cerca de los Pirineos.Hijo de Beltrán Yáñez de Oñaz, señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región y de Marina Sáenz de Licona y Balda.
Iñigo (pues ese fue el nombre que recibió el santo en el bautismo) fue el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la pareja.De joven fue paje en la corte de Fernando el Católico. Hizo la milicia a las órdenes de Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera, y participó en la represión de la revuelta de las Comunidades.(Íñigo López de Recalde; Loyola, Guipúzcoa, 1491 - Roma, 1556) Fundador de la Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas, siguiendo la tradición familiar. Sin embargo, tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521), cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.
La pedagogía es el camino por el que los profesores acompañan a los alumnos en su crecimiento y desarrollo. La pedagogía, arte y ciencia de enseñar, no puede reducirse simplemente a una metodología. Debe incluir una perspectiva del mundo y una visión de la persona humana ideal que se pretende formar.
La Pedagogía Ignaciana asume esta visión del mundo y da un paso más sugiriendo modos más explícitos por los que los valores ignacianos pueden integrarse en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
- El P. General afirma también nuestro objetivo cuando dice «pretendemos formar líderes en el servicio y en la imitación de Cristo Jesús, hombres y mujeres competentes, conscientes y comprometidos en la compasión».
- .Los jóvenes deberían sentirse libres para seguir el camino que les permita crecer y desarrollarse como seres humanos. Nuestro mundo, sin embargo, tiende a ver el objetivo de la educación en términos excesivamente utilitarios.
- La educación en la fe y por la justicia comienza por el respeto a la libertad, al derecho y la capacidad de los individuos y de los grupos humanos para crear una vida diferente para si mismos. Esto significa ayudar a los jóvenes a comprometerse en el sacrificio y la alegría de compartir sus vidas con otros. Y sobre todo ayudarles a descubrir que lo que realmente deben ofrecer es lo que ellos mismos son más que lo que tienen.
- La educación jesuita, si realmente obtiene su objetivo, debe conducir últimamente a una transformación radical, no sólo de la forma de pensar y actuar ordinariamente, sino de la misma forma de entender la vida, como hombres y mujeres competentes, conscientes y compasivos, que buscan el «mayor bien» en la realización del compromiso de la fe y la justicia, para mejorar la calidad de vida de los hombres, especialmente de los pobres de Dios, los oprimidos y abandonados.
- La pedagogía ignaciana es que, entendido a luz de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, no sólo es una descripción adecuada de la continua interacción de experiencia, reflexión y acción del proceso de enseñanza-aprendizaje.
- Los Ejercicios Espirituales, cuidadosamente estructurados y descritos en el pequeño manual de San Ignacio, no están concebidos para ser meras actividades cognoscitivas o prácticas devotas.
- Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es la continua llamada a reflexionar en oración sobre el conjunto de toda la experiencia personal, para poder discernir a dónde nos lleva el Espíritu de Dios. Ignacio exige la reflexión sobre la experiencia humana como medio indispensable para discernir su validez, porque sin una reflexión prudente es muy posible la mera ilusión engañosa, y sin una consideración atenta, el significado de la experiencia individual puede ser devaluado o trivializado.
- Para usar con éxito el Paradigma Pedagógico Ignaciano, los profesores deben ser conscientes de su propia experiencia, actitudes, opiniones, no sea que impongan sus propias ideas a los estudiantes.
Aplicando pues el paradigma ignaciano a la relación profesor-alumno de la educación de la Compañía, la función primordial del profesor es facilitar una relación progresiva del alumno con la verdad, especialmente en las materias concretas que está estudiando, con la ayuda del profesor. El creará las condiciones, pondrá los fundamentos, proporcionará las oportunidades para que el alumno pueda llevar acabo una continua interrelación de EXPERIENCIA, REFLEXIÓN y ACCIÓN.
- la EXPERIENCIA, el profesor crea las condiciones para que los estudiantes reúnan y recuerden los contenidos de su propia experiencia y seleccionen lo que ellos consideren relevante, para el tema de que se trata, sobre hechos, sentimientos, valores, introspecciones e intuiciones. Después, el profesor guía al estudiante en la asimilación de la nueva información y experiencia de tal forma que su conocimiento progrese en amplitud y verdad.
- El profesor pone las bases para que el alumno «aprenda cómo aprender», implicándole en las técnicas de la REFLEXIÓN. Hay que poner en juego la memoria, el entendimiento, la imaginación y los sentimientos para captar el significado y valor esencial de lo que se está estudiando, para descubrir su relación con otros aspectos del conocimiento.
- la ACCIÓN. Consiguientemente el papel del profesor es asegurar que haya oportunidades de desarrollar la imaginación, y ejercitar la voluntad de los alumnos para elegir la mejor línea de actuación que se derive de lo aprendido y sea su seguimiento.
- El paradigma ignaciano de experiencia, reflexión, acción, sugiere una multitud de caminos en los que los profesores podrían acompañar a sus alumnos y facilitarles el aprendizaje y la madurez, enfrentándolos con la verdad y el sentido de la vida.
- El Paradigma Pedagógico Ignaciano se aplica a todos los planes de estudio. Como actitud, mentalidad y enfoque consistente que trasciende a toda nuestra enseñanza, el Paradigma Pedagógico Ignaciano se aplica a todos los planes de estudio propuestos por las administraciones públicas. No exige añadir ni un sólo curso, pero requiere incluir nuevos enfoques en el modo de impartir las clases exigidas por los planes.
- El Paradigma Pedagógico Ignaciano es fundamental en el proceso del aprendizaje. Se aplica no sólo a las disciplinas académicas sino también a las áreas no académicas, tales como las actividades para-escolares, deportes, los programas de servicio social, las convivencias y otras cosas semejantes. Dentro de una asignatura concreta (historia, matemáticas, idiomas, literatura, física, arte, etc.), el paradigma puede ser un instrumento útil para preparar las clases, planificar tareas, y elegir actividades formativas. El paradigma encierra un potencial considerable para ayudar a los alumnos a relacionar las materias de cada asignatura, y a éstas entre si, y a integrar sus contenidos con lo ya estudiado. Si se usa constantemente a lo largo de un programa escolar, el paradigma da coherencia a toda la experiencia educativa del alumno. La aplicación regular del modelo en las diversas situaciones escolares contribuye a crear en los estudiantes el hábito espontáneo de reflexionar sobre la experiencia antes de pasar a la acción.
- El Paradigma Pedagógico Ignaciano puede ayudar a la mejora del profesorado. Permite enriquecer el contenido y la estructura de lo que están enseñando. Da al profesor medios adicionales de apoyo a las iniciativas estudiantiles. Hace que los profesores mejoren sus expectativas de los alumnos y les exijan una mayor responsabilidad y cooperación en su propia formación. Ayuda al profesor a motivar a los estudiantes proporcionándole ocasiones y argumentos para animarles a relacionar lo que están estudiando con las experiencias de supropio entorno.
- El Paradigma Pedagógico Ignaciano personaliza la enseñanza. Lleva a los estudiantes a reflexionar sobre el contenido y el significado de lo que están estudiando. Trata de motivarlos implicándolos como participantes activos y críticos en el proceso de enseñanza. Apuesta por un aprendizaje más personal, que permite relacionar más estrechamente las experiencias de alumnos y profesores. Invita a integrar las experiencias educativas que tienen lugar en la clase con las de casa, el trabajo, los compañeros, etc.
- El Paradigma Pedagógico Ignaciano acentúa la dimensión social de la enseñanza y del aprendizaje. Fomenta la cooperación estrecha y la mutua comunicación de experiencias a través del diálogo reflexivo entre los estudiantes. Relaciona el estudio y la maduración propia con la interacción personal y las relaciones humanas. Propone un movimiento firme y decidido hacia la acción, la cual afectará positiva mente a la vida de los demás. Los alumnos aprenderán gradualmente que sus expectativas más profundas vienen de sus relaciones humanas, relaciones y experiencias de y con otras personas. La reflexión debería llevar siempre a un mayor respeto a la vida de los demás, y a las acciones, normas de conducta o estructuras que favorecen o dificultan el crecimiento y desarrollo de las personas. Esto implica, por supuesto, que los profesores sean conscientes y estén comprometidos con tales valores
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